El término aporofobia fue acuñado por la filósofa española Adela Cortina en los años de 1990. La catedrática de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valencia con el objetivo de diferenciar la xenofobia (rechazo del extranjero) o del racismo que sufrían los migrantes que llegaban de África al continente europeo a los migrantes de la aporofobia, término que figura como sentimiento de rechazo a los pobres, a las personas que no poseen patrimonio y recursos económicos pudiendo ser estos nacionales o extranjeros.
Aunque suene paradójico, en la mayoría de los países latinoamericanos existen altos índices de pobreza, y aun así, se han presentado ciertos casos de aporofobia. Para el caso nuestro (Colombia), con la primera ola de migración de población venezolana, llegaron al país empresarios, burócratas, y profesionales y este proceso no importó en lo absoluto debido a que este tipo de personajes traían no solo dinero consigo sino también su profesionalismo, lo que implicaba en cierta manera, una gran inyección al crecimiento económico para el país. Posteriormente a ello, con las nuevas migraciones, y esta vez en grandes masas, de la población venezolana en los últimos años, empezaron a presentarse brotes de aporofobia en las diferentes ciudades y países de América latina debido a que la mayoría de los migrantes venezolanos eran de escasos recursos económicos, es decir, personas pobres.
Actualmente, los migrantes, sean venezolanos, haitianos, centroamericanos, que se encuentran fuera de sus países de orígenes y en situaciones de pobreza extrema ha sufrido este tipo de rechazo en casi todos los países en los que se encuentran radicados. Esta especie de rechazo generado a este tipo de población en específico, suele darse única y exclusivamente por la falta de recursos económicos que cuya población suele presentar.
Este problema suele presentarse con mayor vehemencia en los países europeos y un claro ejemplo de ello son los casos presentados en España en los últimos años con el arribo de inmigrantes a la península ibérica provenientes de países africanos. Otro ejemplo son los innumerables casos presentados en los Estados Unidos de Norteamérica, país en el que se han presentado los casos más alarmantes de este tipo.
Hoy en día es natural ver casos de aporofobia en cualquier lado, en cualquier tipo de sociedad; sean de primer o de tercer mundo. El caso es que los inmigrantes pobres no suelen ser bien recibidos en casi todas las sociedades contemporáneas debido a la falta de dinero en éstos.
La aporofobia suele transmitirse a una construcción social que relaciona a las personas pobres con delincuencia. A este tipo de personas se les rechaza, en sí, por su condición de pobreza y vulnerabilidad económica, pero su rechazo ha de ir más allá debido al imaginario social que se hace de tales personas en las que se le etiqueta como posibles delincuentes y no como víctimas de la discriminación y a la exclusión social.
La aporofobia es el neologismo con el cual algunos académicos buscan identificar un fenómeno social hallado en las entrañas de la sociedad contemporánea. Fenómeno que criminaliza la pobreza, que degenera la humanidad, que crea distancias y barreras “nosotros y ellos” en la sociedad, y que deslegitimizan la ciudadanía. Por estas múltiples razones, los diferentes gobiernos y organizaciones gubernamentales y no gubernamentales defensoras de los Derechos Humanos deben trabajar con el fin de mitigar este problema social que cada vez toma más fuerza en el mundo y por consiguiente genera un problema de mayor envergadura; violencia desproporcionada.